GASTRONOMIA
La cocina llerenense se enmarca en los gustos culinarios de la Extremadura a la que pertenecemos.
Procedemos de un pueblo labrador y artesano que se autoabastece durante siglos de las legumbres de sus huertas y de los cereales de su campiña. Las sopas, el gazpacho y las migas, platos principalmente elaborados con pan, y el cerdo ibérico, con sus exquisitos jamones, chorizos, salchichones y morcones, son los ingredientes principales de nuestra dieta.
"La matanza" es una acontecimiento lúdico y familiar que gira en torno al sacrificio del cerdo, del que se aprovechan todos sus órganos. La celebración que rodea la matanza, y el hecho de que en nuestra zona se desarrollen los primeros actos en la puerta de la calle, el sacrificio del cerdo y chamuscado de su piel con la tradicional abulaga o aulaga, viene influenciado por estar residiendo en Llerena el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, ya que desde que se instauró, los semitas y musulmanes, a los que se les prohibía el consumo de sus carnes, tras su conversión, querían demostrar a sus convecinos que el cerdo formaba ya parte de su dieta alimenticia.
De la cocina de nuestros antepasados conservamos el cocido, el puchero, la olla, que parece ser procede de la “adafina” judía, los potajes de garbanzos con bacalao y espinacas consumidos durante los días de vigilia y los gazpachos para los calurosos días veraniegos.
La caldereta extremeña, cuyos orígenes se remontan a la época de la trashumancia, lleva como ingrediente básico un cordero o cabrito tierno con los condimentos usuales y cocidos a fuego lento de una buena candel de encina. Aún se sigue con la tradición de degustar este exquisito plato en el campo con motivo de cualquier celebración familiar o de amigos.
La caza mayor y menor, de pluma y pelo, venado, jabalí, conejo (en escabeche) y perdiz (con salvia) constituyen un importante aporte a nuestros modos en el buen yantar, cocinados en sus distintas variedades.
Hay que resaltar los dulces, estos magníficos postres de influencia judía y morisca. El estandarte o señuelo de la gastronomía llerenense son los “corazones de las Monjas de Llerena” fabricados en el Convento de Clausura de Santa Clara, cuya receta guardan como un tesoro más de ls que existen entre sus muros. Llevan como ingredientes huevos, miel y almendras.
Los caldos que bebemos en Llerena proceden principalmente de Usagre y
Maguilla, aunque históricamente podemos orgullecernos de que el primer vino
cosechado en el continente americano tras el descubrimiento fue pisado en Lima
en 1.560, gracias a un llerenense, Pedro López de Cazalla, secretario de
Francisco Pizarro.